News Eseuro English

Artist territory: Fran Remiseiro and Monika Molenda: For love of art

Sus caminos se cruzaron en un simposium de escultura en Polonia y desde hace más de diez años comparten vida y pasión artística en su casa de Barro, donde mantenemos una charla con ellos después de haber visitado el taller donde él convierte en arte la piedra y la madera. El gallego de Barro Francisco Rodríguez Remiseiro, y la polaca Monika Molenda, forman una singular pareja de escultores que comparten vida y pasión artística.

«Es una gran ventaja que nos dediquemos a lo mismo porque nos consultamos cosas y decimos realmente lo que pensamos de la obra de cada uno, yo de la ella y ella de la mía; no nos enfadamos: la crítica es constructiva y necesaria», dice Remiseiro, mientras ella asiente. Entre ellos hablan inglés o polaco –él lo aprendió en casa, con ella– y también español, idioma que ella aún no domina.

Sus obras no tienen nada que ver. Él crea piezas figurativas, normalmente figura humana. Ella ejerce el singular y desconocido oficio de esculpir monedas, una tarea muy exigente y minuciosa que le deja poco margen a la libertad creativa; por eso en cuanto puede, o más bien se lo proponen, da rienda suelta a su imaginación plasmando su universo artístico en instalaciones, performances y piezas abstractas que coloca al aire libre, tanto en espacios arquitectónicos como en plena naturaleza.

Francisco Remiseiro lleva tres décadas dedicándose a la escultura como actividad principal, si bien la ha combinado con otras tareas artesanales y artísticas, entre ellas la realización de piezas por encargo, normalmente figuras, incluidas obras de imaginería religiosa. «A veces hay clientes que ven mi obra y sugieren que la adapte a sus necesidades y a un espacio concreto», comenta.

De uno de esos encargos surgió una de sus piezas más mediáticas, la de una mujer crucificada, que él supo llevar a su terreno. «Pedí permiso para compartir la obra en redes y a raíz de ser publicada tuvo mucha trascendencia, recibí numerosos mensajes, todos positivos, y sí me abrió alguna puerta», relata. La publicación ‘Cultura Inquieta’ aumentó la repercusión al reseñar la pieza.

«Mi obra personal no es demasiado vendible, no trato temas agradables ni las piezas están pensadas como objetos de ornamento», comenta Remiseiro sobre sus creaciones personales expuestas en una galería de su casa. «Trabajo materiales que se puedan esculpir o labrar, me interesa la estructura sustractiva, la talla, no tanto el modelado, explica».

La figura yacente es una de sus inquietudes y ocupa uno de los proyectos que tiene actualmente en su taller: la figura de Monika tallada en piedra e inspirada en la imagen del ‘Cristo yacente’ del pintor alemán Hans Holbein. El escultor ha concebido la pieza para que sea expuesta a la intemperie, con el cielo como techo. «Me interesa la figura yacente porque en ella no hay artificio, no está atravesada por la fuerza de la gravedad y es una posición que se puede mantener en el tiempo; ahí encuentro el medio ideal para hablar de la quietud, de la calma», expone.

Esa inspiración está también presente en otras de sus obras, como la de un sarcófago en piedra en cuya tapa está labrada la figura de una muñeca Barbie, que luego encontramos en el interior del sepulcro al abrirlo. «Es un diálogo entre la piedra y el plástico, entre un objeto de piedra de tradición medieval y una pieza de plástico de producción industrial masiva», explica.

“Barbie Yacente” / Francisco Remiseiro

La idea de unir esos dos mundos tan alejados en el tiempo y en la mentalidad también se refleja en su obra ‘Hágalo usted mismo’, cuyo título coincide con el lema de la empresa de mobiliario Ikea cuando se asentó en España. La pieza es una mesa de madera de la marca escandinava con una de sus patas más cortas a la que se le ha colocado, para calzarla, una cabeza de piedra tallada al estilo del Maestro Mateo. Para la elaboración de esa obra, Remiseiro empleó granito de una de las canteras de las que supuestamente se nutrieron en su día para construir el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago.

«Concibo la escultura como un artefacto, como una construcción, como un mueble que desmontas», relata Remiseiro mientras muestra una especie de cabeza relicario dedicada a un artista coruñés cuyo interior guarda la réplica de uno de sus autorretratos. Esa misma idea de la cabeza como recipiente la desarrolla en ‘I hold a secret’ ( ‘Guardo un secreto’), un busto de madera hueco cuyos orificios que conducen a la mente – ojos, boca, fosas nasales y oídos – están perforados, permitiendo la entrada de luz y dejando ver el documento depositado por el autor dentro de la cabeza: un secreto a voces, pero imposible de extraer sin romper o cortar la talla. «Antiguamente todas las esculturas de madera estaban huecas por razones técnicas y los escultores solían meter dentro algo que siglos más tarde encontraban los restauradores; de ese modo la escultura se convertía de algún modo en una especie de cápsula del tiempo», relata Remiseiro.

La influencia de la imaginería religiosa en su obra queda patente en la escultura de un brazo de Cristo crucificado colocada en el suelo y entendida como el fragmento de una pieza mayor. La pieza fue concebida para colocar en un descampado para provocar el asombro y la curiosidad del público, de tal manera que se convierte en una especie de performance sobre la decadencia de una manera de sentir la religión y, a la par, sobre la decadencia del oficio de la imaginería religiosa.

Inspirándose en los relatos comunes en regiones celtas de las deidades que llegan en barcas de piedra, como los casos del apóstol Santiago y San Andrés de Teixido en Galicia, Remiseiro se lanzó a construir una barca de granito que fue botada en un lavadero público de Fisterra para comprobar su flotabilidad y que hace flotar en una fuente de su casa para este reportaje. «Es poética y a la vez incongruente la idea de que la piedra pueda flotar, por eso me decidí a hacer una barca en tamaño de relato que explota esa mística y flota, bien por un milagro o por el principio de Arquímedes».

La idea de destrozar un canon, en este caso perverso, subyace en ‘Las tres gracias’, una obra de tres muñecas Barbie que bien podrían ser las tres desgracias, pues a cada una de ellas le falta un miembro (una pierna, un brazo y la cabeza), que ha sido repuesto por el artista como aquellos abuelos que reparaban con la mejor de sus intenciones los juguetes rotos de sus nietos valiéndose de una navaja y el primer material reciclado que tuvieran a mano.

Escultora de monedas

Monika Molenda es un reconocida medallista en Europa. Ejerce un oficio bastante desconocido en España y al que en su país, Polonia, se dedican profesionalmente unas ocho personas. Su trabajo consiste en diseñar y esculpir monedas, una tarea que requiere de grandes dosis de precisión y muy buena vista. «Mis clientes son promotores que buscan a alguien que les puede diseñar una moneda y hacer un prototipo que luego acuñan en casas de la moneda de distintos países», explica.

Su proceso de trabajo comienza cuando le encargan un proyecto, que puede ser desde hacer una réplica fidedigna de una moneda antigua hasta crear piezas nuevas inspiradas en diferentes temáticas. Una vez realizado el diseño llega la parte de recrearlo en plastilina y más tarde trasladarlo al yeso, normalmente en piezas circulares de unos 25 centímetros de diámetro. «Hago un positivo y un negativo en yeso; el positivo es el que usa la casa de la moneda para acuñar las piezas», comenta.

Realizar el relieve de los dibujos y letras que aparecen en las monedas resulta un trabajo que requiere paciencia, minuciosidad y una buena vista, pues, dependiendo de la casa de la moneda para la que esté trabajando, la altura del relieve oscila entre el medio milímetro y los dos milímetros, si bien la dimensión media es de 1,7 milímetros. «Para mí es más terrible trabajar con medidas de un centímetro porque ya estoy acostumbrada a tamaños más pequeños», comenta mientras nos enseña en su estudio algunas de las monedas que ha realizado en los 18 años que lleva dedicándose a este oficio: una serie de monarcas polacos, otra de iconografía religiosa para Bielorrusia, colecciones de personajes ilustres, recreaciones de sellos, motivos zodiacales acompañados de otros materiales como piedras o cristales y diseños variopintos para países como Polonia, México, Estados Unidos o Canadá.

Las monedas que diseña no son de curso legal, sino que van destinadas a coleccionistas y aficionados a la numismática que ansían tener piezas casi únicas. «Algunas de las monedas se acuñan en metales de poco valor, aunque para los clientes el valor está en tener un ejemplar de una edición limitada muy pequeña», explica Molenda. Otras están realizadas en oro y metales más preciados, y, en estos casos, su tamaño es más pequeño de lo habitual.

Coins designed by Monika Molenda / FDV

Cuando tiene que reproducir iconos de piezas reales, como cuadros o esculturas, el nivel de exigencia de sus clientes es mayor. En esos casos hay comisiones de expertos que validan que cada detalle —ya sea una mirada o una arruga— se corresponda fidedignamente con la imagen real y es habitual que le pidan corregir rasgos casi imperceptibles. Otra dificultad, a los ojos de un no iniciado en la materia, es imitar la caligrafía de un ilustre y hacer que lo escrito sea legible en un tamaño tan diminuto.

«Hace unos seis años pensaba que su trabajo iba a desaparecer por la tecnología y efectivamente hubo un bajón, pero ahora ha cambiado y hay muchos promotores que le encargan obra, probablemente porque consideran que el trabajo manual tiene mayor valor», comenta Remiseiro sobre el trabajo de su mujer.

Nacida en la ciudad polaca de Zamość, cerca de Ucrania, y formada en escultura en academias de Bellas Artes de Breslavia, Varsovia y Bratislava, Monika Molenda aprendió a esculpir monedas, una especialidad encuadrada dentro de la escultura de medallas, con una veterana mentora. Además de esa faceta, con la que se gana la vida, también realiza proyectos artísticos personales, que van más allá de los medios de expresión tradicionales. «El material que empleo es lo de menos», dice, suele escogerlo en función del mensaje que quiera transmitir y el espacio que va a ocupar su obra. Recurre con frecuencia al reciclaje e incorpora el movimiento, la luz y el sonido en los temas que representa.

 En 2006 se inauguró en Breslavia un monumento de su autoría con motivo del levantamiento en Hungría, si bien su obra pública más emblemática es el monumento a las barricadas de septiembre de 1939 inaugurado en Varsovia en 2011: una obra sutil que se expande por el espacio sin apenas ocuparlo, como una cartografía a pie de calle señalando discretamente las huellas silenciosas de su pasado.

En Galicia ha hecho varias instalaciones temporales, una de ellas el proyecto ‘Vida’, creado para Laboratorio da Paisaxe en el río en Barro en el año 2022. Se trataba de una línea roja colocada a lo largo de la ribera fluvial de 500 metros, señalando el nivel normal del agua. La línea cruzaba en un punto el ancho del río a través de un electrocardiograma que llamaba la atención sobre la sequía y el pulso de la vida.

Con motivo del centenario del nacimiento de Isaac Díaz Pardo en 2020, Molenda se inspiró en la icónica serie de mujeres portando cosas sobre sus cabezas diseñada por Díaz Pardo para Sargadelos y empleó su propia cabeza como soporte, policromando el rostro con arcillas de distintos colores para, finalmente, fotografiarse con una cerámica de Sargadelos sobre su cabeza.

Subscribe to continue reading

-

Related news :