Por Sant Jordi, milagro. Lo decía el omnipresente y oportunísimo Javier Cercas horas antes de que el día echase a rodar con su coreografía de libros, rosas y paseantes en insólita armonía, y lo confirmaba poco a poco esta misma mañana cada palmo de calle, cada tenderete plantado sobre la Rambla o fortificado en la superilla de paseo de Gràcia, que se desperezaba para sumarse a la fiesta.
“¿Esto es así siempre?”, pregunta un turista boquiabierto ante la sinfonía de libros apilados y cubos de rosas en remojo. La respuesta, claro, es que no. Porque cada año es diferente. Más grande. Más libros. Más rosas. Y, sobre todo, más Sant Jordi. “!Viva la lectura!”, celebra el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, en el Palau de la Virreina, primera parada de una jornada kilométrica en fondo y forma.
En las marquesinas, la promesa institucional de un día pletórico. “La ciudad se paraba en medio rosas y libros que ejercían de estandartes del amor”, leemos. En la calle, el sol secunda la moción. “Parece que no llueve”, asegura aliviado el jefe de prensa de una pequeña editorial. “Los libros están contentos”, resume Manuel Rivas, último Premio Nacional de las Letras y hombre precavido que, tras bordear el año pasado la congelación, se presenta en el desayuno de Sant Jordi con polar y doble capa de abrigo.
Cualquier cosa con tal de sobrevivir a lo que el alcalde Collboni presenta desde la tarima como “la fiesta más especial de los catalanes y las catalanas; el día del amor, la cultura y la lectura”. El día del pasear y, como dijo ayer la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, “respirar al unísono”.
En la Virreina, foto de familia y enjambre de escritores calentando no en la banda, sino junto a un surtido de repostería con el azúcar por las nubes. Quizá ahí se encuentre la fórmula secreta, el mojo supersónico, que les permite teletransportarse de un punto A a un punto B en tiempo récord, un nanosegundo de nada, para cumplir con unos cuadrantes de firmas tirando a estajanovistas.
“¡Espero salir vivo!”, exclama Pierre Lemaitre, ilustre debutante al que se ve francamente maravillado mientras comparte espacio y horas previas con otros autores como David Uclés, Xita Rubert, Marta Carnicero, Blanca Llum Vidal, Juan Carlos Galindo o Rodrigo Fresán. “Es una experiencia inolvidable, la mejor fiesta del mundo. Es increíble que el libro sea el centro del mundo”, asegura el autor francés. Para inmortalizar la gesta, una cámara de vídeo seguirá durante todo el día al autor de ‘Nos vemos allá arriba’ mientras se funde los tres bolígrafos que ha traído para firmar ejemplares de ‘Un futuro prometedor’ y estrecha lazos con sus lectores en castellano y catalán.
A esas horas, antes de las diez de la mañana, ya se empiezan a formar las primeras colas en las paradas de firmas. Las previsiones, confirman desde la Cambra del Llibre, son excelentes. De hecho, aseguran, en los días previos ya se han vendido más libros que en el mismo periodo de años anteriores. “Ayer fue un día extraordinario”, ha dicho el presidente del Gremi d’Editors, Patrici Tixis.
La marca a batir es el récord de facturación de 2024, cuando se despacharon 1,9 millones de ejemplares de 70.250 títulos distintos y las ventas alcanzaron los 25,4 millones de euros. Para conseguirlo, Barcelona mantiene la centralidad de la Rambla (sí, a pesar de las obras) y desplegarán 448 paradas de ventas de libros en siete distritos de la ciudad.
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