Vaya por delante que Red Eléctrica, el operador semipúblico del sistema de transporte de energía en España, tiene todas las cartas en su mano para dilucidar qué evento desencadenó el histórico apagón del pasado lunes. Sin embargo, que se ignore aún cuál fue el origen de la reacción que noqueó el sistema no impide exponer las consecuencias inmediatas: una pérdida de 15 gigavatios de capacidad de generación en cinco segundos en el que todos los focos se sitúan sobre la penetración de las tecnologías solar y eólica en el mix de generación. La razón es que estas dos tecnologías son por naturaleza desestabilizadoras del sistema y, a día de hoy, requieren de la generación de energías de respaldo.
Así que la hipótesis más plausible pasa, según los expertos consultados por este diario, porque al mediodía del 28 de abril el mix energético tenía una preeminencia de solar fotovoltaica (casi el 60% en el momento en el que una doble fluctuación noqueó el sistema), una tecnología que por su naturaleza hace inestable el ya de por sí intrincado sistema de transporte de la energía. ¿Significa eso que las renovables eólica y solar, tecnologías por las que Aragón ha apostado de forma decidida en la última década, son el malo de esta película en la que la península ibérica se fundió a negro? La pregunta es clave para una comunidad que suma una capacidad de generación de 5.533 MW en eólica (segunda de España) y 2.751 en solar (quinta). Más si cabe con la operación reforzada que ha puesto en marcha España, en la que rebaja el optimismo del mix por las renovables.
Una cuestión fundamental para comprender la presunta vinculación del blackout con las renovables es que estas tecnologías verdes no son per se las responsables, sino su naturaleza inestable en términos de frecuencia y tensión. Para eso debe comprenderse que Red Eléctrica de España tiene el cometido esencial de garantizar el suministro, algo que se consigue casando al milímetro la oferta (lo que las centrales de generación producen) y la demanda (lo que hogares o industrias exigen) en base a predicciones y sin alterar una cifra absolutamente sagrada: los 50 hercios. Esa es la frecuencia unificada para las centrales de generación de energía en Europa, una unidad que mide el número de ciclos o repeticiones de un fenómeno por segundo. Es decir, que las turbinas que giran 50 veces por segundo generando una tensión eléctrica más estable (fluido síncrono, en el argot técnico) y blindan la estabilidad del sistema son las hidroeléctricas reversibles, los ciclos combinados de gas y las nucleares.
Evidentemente, un aerogenerador no gira su turbina 50 veces por segundo. Y por descontado queda que una placa solar ni siquiera gira. Ahí está la primera de las claves: como la energía que generan no turbina esas 50 veces por segundo, el reto está en conseguir que giren a ese ritmo. Con este contexto, ¿fueron la preeminencia de placas solares en un momento muy concreto las culpables del apagón? «Es muy prematuro culpar del evento del pasado lunes a la elevada penetración de energía solar en el mix eléctrico. Se ha venido operando la red eléctrica con similares condiciones en semanas anteriores sin ninguna incidencia. La investigación técnica llevará tiempo. Hay que tener en cuenta que el sistema eléctrico es muy complejo y su equilibrio depende de la interacción de muchos agentes», señala José María Yusta, catedrático de la Universidad de Zaragoza y experto en mercados energéticos e infraestructuras críticas.
Cuando la eólica irrumpió
Mucho más taxativo se muestra Mariano Sanz, profesor emérito de la Universidad de Zaragoza, doctor ingeniero industrial y uno de los mayores expertos en materia energética de Aragón: «Llevamos esperando un colapso de la red como este muchos años. Hace ya tiempo, Red Eléctrica encargó al Circe elaborar un estudio para conocer cuánta potencia eólica podía conectarse al sistema. Se dijo entonces que con 15 GW de potencia no habría problema en la red, pero ahora estamos en más del doble y con otro elemento aún más desestabilizador: la solar», apunta Sanz, que, sin embargo, cree que es una tecnología «absolutamente imparable, incomparable e insuperable» en términos de precios, eficacia y descarbonización.
La solución para la eólica, explica el experto, se halló en la electrónica de potencia (permite, entre otras cosas, convertir la corriente continua en alterna), esa tecnología que logra adaptar la frecuencia, tensión, equilibrio y forma de onda de las tecnologías que no turbinan a esos 50 ciclos por segundo.
El problema es, según apunta Pedro Machín, el presidente del Clúster de la Energía de Aragón y_CEO_de Atalaya Generación, que el mercado de precios manda se ha impuesto por momentos a la garantía de suministro. «El apagón ha puesto de manifiesto las limitaciones estructurales del sistema eléctrico español, que si bien es eficiente en términos de costes gracias al modelo de subastas del Operador del Mercado Ibérico de Energía (OMIE), depende exclusivamente del precio para determinar qué tecnologías de generación entran en el mix. Sin embargo, se ha mostrado insuficiente para gestionar la estabilidad y la calidad del suministro en un sistema con alta penetración de renovables», señala Machín.
Y ahí los hechos son incontestables: el día previo al apagón y el propio 28 de abril, el precio de la electricidad estaba en negativo, lo que hace producir a pérdidas a las energéticas. Ese fue el hecho que puede justificar que las centrales nucleares estuvieran apagadas y que los ciclos combinados funcionaran bajo mínimos, dado que estas dos formas de generación son mucho más caras que la eólica y la fotovoltaica.
¿Retribución para las centrales de generación tradicionales?
«España debe incorporar nuevos mecanismos de retribución que premien la capacidad de las tecnologías renovables para ofrecer servicios al sistema eléctrico, no solo por su capacidad de generación. Y se debe fortalecer el papel de Red Eléctrica, que debe disponer de herramientas más eficaces para anticipar y gestionar los riesgos de inestabilidad. Esto incluye mayor supervisión y control sobre las plantas renovables», apunta el presidente del clúster.
Además, otra solución a la que apuntan los tres expertos es el almacenamiento, una tecnología todavía inmadura. «Vamos tarde con el almacenamiento de energía, indudablemente, especialmente mediante bombeos reversibles, una tecnología que aporta muchas más ventajas a la operación segura y estable del sistema eléctrico que las baterías eléctricas, y presenta menos dependencia de materias primas de terceros países. Mientras no dispongamos de estas capacidades, las centrales de ciclo combinado de gas natural continuarán siendo la tecnología de respaldo del sistema eléctrico español, como se ha demostrado en esta crisis, ya que las centrales nucleares presentan menor flexibilidad», destaca José María Yusta.
«La solución óptima es que haya un acuerdo, tanto con productores como con empresas, para que todo aquel que se conecte con esa fotovoltaica desestabilizadora se les obligue a invertir en tecnologías inerciales. Es decir, añadir baterías electroestáticas y configuración electrónica de potencia para evitar oscilaciones. Pero lo que no podemos hacer es ir en contra de la fotovoltaica, que es incomparable e insuperable en eficiencia, precio y rapidez», apunta Sanz, que recalca que «todas las conexiones fotovoltaicas deberían tener conexión con sistema compensatorio, que sean los generadores los que estabilicen la red». «No es cuestión ético y moral, sino de conveniencia», concluye el profesor emérito.
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