España y Portugal organizarán, junto a Marruecos, el Mundial de 2030: un proyecto común en el que ambos países han trabajado de la mano, solucionando de la mejor manera posible las disensiones habituales en estos casos.
Sin embargo hubo un tiempo en el que las diferencias pesaron más que los puntos en común: hace exactamente 25 años, España y Portugal vivieron su particular ‘divorcio’ futbolístico a cuenta de la organización de la Eurocopa.
Ambos países, España y Portugal, pelearon por ser la sede de la Eurocopa de 2004: en lugar de construir un proyecto común, acudieron a la UEFA por separado, pese a que la Eurocopa de 2000 la habían organizado dos países (Países Bajos y Bélgica) y también el Mundial de 2002 fue organizado de manera conjunta, en este caso, Corea del Sur y Japón.
Portugal tiende la mano; Villar la rechaza
Portugal propuso a España organizar conjuntamente la Eurocopa de 2004. La oferta llegó al consejo de ministros, y Esperanza Aguirre -ministra de Cultura y Deportes en aquel momento- la trasladó al presidente de la RFEF, Ángel María Villar.
Sin embargo, la respuesta de Villar fue negativa: consideraba el presidente de la RFEF que España estaba capacitada para organizar la Eurocopa en solitario, sin necesidad de recurrir a otro país.
Villar, que ya tenía una posición consolidada en UEFA, se sentía fuerte y daba por sentado que la candidatura española sería la ganadora, sin necesidad de cesiones a otro país.
Caminos separados
Por lo tanto, ante la negativa hispana, España y Portugal separaron sus caminos (en realidad, nunca llegaron a juntarlos) con el objetivo de organizar la Eurocopa de 2004. Había una tercera candidatura aspirante, la formada conjuntamente por dos países, Austria y Hungría.
La UEFA tomaría una decisión el 12 de octubre de 1999.
Jaleo en Aquisgrán
La reunión para elegir la sede de la Eurocopa de 2004 se llevó a cabo en Aquisgrán (Alemania). Portugal había preparado una candidatura ilusionante, con un lema optimista (‘Amamos el fútbol’) y la promesa de revitalizar o construir desde cero los estadios del país.
La candidatura lusa supo aprovechar lo mejor de su pasado (venía de organizar la Expo’98 en Lisboa, con notable éxito) y sobre todo, proyectarse al futuro. Contó además con un embajador de peso, el mítico Eusebio.
España acudió más confiada en sus posibilidades, con la mayoría de estadios ya construidos y sin necesidad de grandes reformas.
El día de la votación, Ángel María Villar llegó a ofrecer a la UEFA la posibilidad de que la Eurocopa contase con 24 selecciones, en lugar de 16, en caso de celebrarse en España. (La Eurocopa la disputan 24 equipos desde 2016).
Una votación oscura
El proceso de votación de la comisión creada a tal efecto por la UEFA fue oscuro y plagado de polémicas: los votos fueron secretos, en papeletas, y fueron a parar al bolsillo del presidente de UEFA, el sueco Lennart Johansson, que pasadas las tres de la tarde anunció a Portugal como candidatura ganadora.
El argumento de UEFA fue contundente. Portugal era mejor en todos los puntos: infraestructuras, estadios, seguridad, transportes, comunicaciones, apoyo financiero, apoyo político, apoyo de los medios y garantías financieras.
Indignación en la RFEF
La delegación española estalló. “Ha sido impresentable”, lamentó Gerardo González, por entonces secretario general de la RFEF, “todo el mundo sabe que Portugal no tiene infraestructuras deportivas. Que no engañen a la gente“.
“La UEFA se ha equivocado”, expuso Villar, un poco más comedido, “la candidatura portuguesa no era mejor que la nuestra”.
La doble victoria de Portugal
Nunca se hicieron oficiales los resultados de la votación, pero los enviados especiales de la prensa española aseguraron que Portugal obtuvo 10 votos, por cuatro de la candidatura española y dos de la formada por Austria y Hungría.
Ocho ciudades fueron sede del torneo: Lisboa, Oporto, Guimaraes, Coimbra, Leiria, Braga, Aveiro y Faro.
Quiso el destino que España y Portugal compartiesen grupo en la Eurocopa de 2004. Y que Portugal eliminase a España en el partido decisivo de la fase de grupos.
Contra todo pronóstico, la Eurocopa de 2004 la ganó Grecia, que tumbó a Portugal en la final.