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The Ovetense who ended in the Philippines of chance and now directs an architecture study with 35 employees

The Ovetense who ended in the Philippines of chance and now directs an architecture study with 35 employees
The Ovetense who ended in the Philippines of chance and now directs an architecture study with 35 employees
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Felipe Díaz de Miranda (Oviedo, 1990) es un arquitecto ovetense que acabó en Filipinas “casi de casualidad”, para terminar sus estudios de Ingeniería Civil y conocer mundo. La casualidad acabó siendo continuidad: lleva en el país asiático siete años, fundó y dirige ahora su propio estudio de arquitectura en Manila, la capital de Filipinas, en el que trabajan 35 profesionales (la mayoría de ellos filipinos) y también es socio de varios establecimientos hosteleros.

En todo lo que hace, sostiene, busca un modelo “personal”, que huye del concepto macro, de gigantescos estudios o franquicias. “Lo que me gusta es hacer cosas para la gente, de forma vocacional: buena arquitectura, buena comida… En definitiva, hacer a la gente feliz”, explica este asturiano que, por circunstancias, nació en Córdoba, aunque se crio desde pequeño en Oviedo y estudió en el colegio Meres.

Su historia personal es de viajes, de moverse de un lado para otro. Estudió Arquitectura en Sevilla, estuvo de Erasmus en Múnich y luego empezó a “moverse por el mundo”, porque cree que en eso consiste la buena arquitectura. “Es una profesión de aprender, de conocer sitios, de tener experiencias. Asturias me encanta, pero en aquel momento no me ofrecía lo que yo quería”.

Estuvo de mochilero en Argentina, Uruguay, Chile y también en Brasil, donde vivió dos años, de 2012 a 2014. Entonces regresó a Asturias por motivos de salud: se tenía que operar de miopía, pero a la larga esa intervención fue decisiva para que acabara en Filipinas.

Como tenía que esperar a las revisiones, el plan era quedarse al menos un año en el Principado, y Díaz de Miranda tuvo una idea: optó por apuntarse a Ingeniería Civil en Mieres, esperando que le convalidaran varias asignaturas con Arquitectura. Se puso a estudiar y estuvo un año y medio yendo a la facultad. Un buen día vio la lista de posibles destinos para acabar la formación fuera de España y le llamó la atención uno de ellos: Filipinas. “Me dijeron que nunca había ido nadie de la Universidad de Oviedo”.

Fue el primero de la historia. “Fui sin saber nada del país, ni idea, pero me apetecía explorar mundo y aprovechar para trabajar mientras acababa la carrera”. Aterrizó en un país en el que se habla inglés y filipino, con una universidad muy distinta a la española, “parecida a un colegio”, dice, y con un sistema administrativo cuanto menos complejo. “En la universidad era un poco caos: nadie sabía quién era yo, no sabía a qué clases ir…”. Vivió durante su primer año en una residencia de la propia universidad y luego, cuando se instaló, se pasó a un piso.

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Conoce a otros asturianos como tú

El día a día en Filipinas le llamó la atención desde el principio. “En el país se educa para seguir instrucciones, no se tiene mucha iniciativa. Pongo un ejemplo: para sacar una televisión de tu casa necesitas una autorización, y si no la tienes, no puedes. Otro: si vas a imprimir un papel, y solo imprimen en color, y se les acaba la tinta, no te lo hacen en blanco y negro. Hay mucho control y rigidez aunque, por contraste, la economía y los negocios se mueven rápido”. Y tanto. Díaz de Miranda conoció a un filipino en un bar que tenía un restaurante y que buscaba a alguien que le hiciese una reforma: al mes ya la estaba ultimando. Tras esa reforma llegaron pequeños trabajos: una reforma en un piso, un baño, arreglos en una oficina…

El ovetense acabó contratado en un gran edificio de oficinas, en un pequeño cubículo, y se ocupaba de arreglar los problemas del día a día relacionados con la instalación. Eso le permitió obtener la visa de trabajo una vez acabados los estudios. Regresó a Oviedo de vacaciones en el verano de 2017, y entonces tomó la decisión clave: “Me dije, para adelante, vuelvo a Filipinas”. Fundó su propio estudio con otros dos socios, llamado Arkipelago, centrado sobre todo en el diseño de casas residenciales, aunque también acometen obras a gran escala, como recintos deportivos. Acumula ya más de 200 proyectos. “Empezamos haciendo casinas, oficinas, y fuimos creciendo”. Y tanto: empezaron siendo un par de arquitectos y ahora ya tienen 35 profesionales.

La peripecia del ovetense en Filipinas siguió. Paralelamente se metió en el mundo de la hostelería y se convirtió en socio y fundador de un restaurante español, La Pícara, que servía cachopo en Manila. Ahí estuvo tres años: 2018-2021. “Estaba ocho horas en el estudio y otras ocho en el restaurante, fue mucho trabajo”. Aquel local, todavía abierto pero ya sin el ovetense, se convirtió en un sitio de moda en la capital. Tras esa experiencia, tomó la decisión de dedicarse solo a la arquitectura, pero invirtió como socio en varios negocios hosteleros de un grupo: un restaurante, Bolero, abierto en 2023, otro que empezará su actividad próximamente y tres bares, que dan empleo a más de 100 personas.

Díaz de Miranda vive “feliz” con su novia en Manila, en la planta 46 de un gran edificio. La vida en la ciudad es frenética, con mucho ritmo. Nada que ver con el estilo de vida en las diferentes islas, mucho más tranquilo. Describe al país como “tremendamente desigual”, con una clase muy adinerada y otra muy pobre. Apenas hay clase media. Confiesa que echa de menos la vida de barrio, el paseo para desconectar, y no ve a Asturias en un mal momento; de hecho, tiene muchos amigos que quieren regresar. “Me planteo volver a España, pero creo que Asturias, en este momento, no tiene las oportunidades laborales que a mí me gustaría. Sí que espero poder estar, en un futuro, la mitad del tiempo en casa y la mitad en Filipinas. Ya veremos…”.

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