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Donald Trump’s trumpet policy

Donald Trump’s trumpet policy
Donald Trump’s trumpet policy

Resulta difícil, cuando no directamente imposible, entender la estrategia de Donald Trump en política exterior si es que el presidente de EE UU tiene alguna.

Los enviados especiales por él elegidos para intentar resolver tanto el problema de Ucrania como la crisis de Oriente Medio parecen perseguir políticas muchas veces contradictorias.

Así, el general jubilado Keith Kellogg, al que encargó de diseñar un plan para acabar con la guerra de Ucrania sigue una estrategia distinta del empresario y amigo personal de Trump, Steve Witcoff.

Mientras que éste se entiende bien con el presidente ruso, Vladimir Putin, con quien ha mantenido varias reuniones en el Kremlin, Kellogg parece sentir más simpatía por Ucrania, y hay quien le acusa de poner trabas a un acuerdo con Moscú.

Y lo atribuye no sólo a motivos ideológicos, sino también a la posible influencia de la hija de Kellogg, quien está al frente de una fundación, la Weatherman Foundation, que se ha dedicado a ayudar a Ucrania desde la invasión rusa.

Algo parecido ocurre con Irán, y así mientras que Witcoff, enviado especial para Oriente Medio, trata de tender puentes con Rusia, aliada de Irán, para evitar un ataque contra este país como quieren Israel y los halcones de Washington, el jefe del Pentágono, Pete Hegseth no facilita precisamente esos esfuerzos.

Así, Hegseth envió a Teherán un provocador mensaje que rezaba así: «Sabemos que apoyas a los hutíes. Estamos al tanto de lo que haces. Pero sabes muy bien de lo que es capaz Estados Unidos, y te avisamos de que pagarás las consecuencias en el momento y el lugar que elijas».

A lo cual un profesor y politólogo iraní, muy próximo al Gobierno de Teherán, contestó con otro: «Conocemos tu apoyo letal a los sionistas, esos asesinos de niños y violadores. Sabemos muy bien lo que hacéis y vosotros sabéis también muy bien de lo que es capaz la Resistencia. Estáis avisados».

Mientras tanto y tras la sonada bronca con Zelenski en la Casa Blanca, Estados Unidos se ha apuntado un tanto al firmar un supuesto ‘acuerdo’ con Ucrania para la explotación conjunta de sus recursos naturales, entre ellos las tierras raras, que por cierto se encuentran en buena parte en los óblasts ocupados por Rusia.

Aunque según algunos, el acuerdo final no es tan leonino como el primero propuesto por Washington, hipoteca la soberanía del país y lo convierte prácticamente en una colonia económica y política de EE UU.

Frente a lo reclamado por Zelenski, la Casa Blanca de Trump no da a Kiev garantías de seguridad aunque sí podría seguir ofreciéndole de momento su inteligencia militar y quizás también material bélico para su guerra con Rusia. No es el momento de aflojar la presión sobre Putin.

No parece, sin embargo, que Trump vaya a solicitar permiso al Congreso, como hizo repetidamente su predecesor demócrata y pretenden aún hoy los halcones de ambos partidos, para que autorice nuevos paquetes de ayuda militar masiva a Kiev.

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