We lived a day and a night like real contestants

We lived a day and a night like real contestants
We lived a day and a night like real contestants

Todos los personajes conocidos que se lanzan a la aventura de concursar en ‘Supervivientes’ coinciden en que su paso por el reality es una de las experiencias más increíbles de sus vidas. Sin embargo, la falta de comida, las duras condiciones climatológicas y las complicadas pruebas que tienen que realizar, sumado a estar lejos de sus seres queridos, también convierten su paso por el reality de Telecinco que produce Cuarzo TV (Banijay Iberia) en una de las más duras. 

Durante un día y una noche, seis periodistas nos hemos infiltrado en las entrañas del reality en las mismas condiciones que los participantes para vivir en primera persona lo que sienten en esta situación y realizar todas las tareas cotidianas que implica esta aventura. Una experiencia integral que posiblemente solo vamos a vivir una vez en nuestra vida.

Tras varios días desde dentro de la producción para conocer su mecánica y engranaje, la organización nos recoge en una barca que nos transporta hasta su centro de operaciones en los Cayos Cochinos. Allí nos requisan todas pertenencias excepto un saco con diferentes piezas de ropa y un móvil para documentar la experiencia. Nos han entregado una camiseta oficial de ‘Supervivientes’ y un saco original de concursante personalizado con nuestro nombre. 

Tras montar en una nueva embarcación, Juanra Gonzalo, productor ejecutivo de ‘Supervivientes’, lidera el equipo que nos conduce hasta playa uva, en la que nos “abandonan” a nuestra suerte, no sin antes advertirnos de una serie de normas que tendremos que cumplir (de respeto a la naturaleza, el lugar exacto donde hay que hacerfuego…) y explicarnos los recursos básicos que tendremos: un barril con agua dulce y bebida isotónica para no deshidratarnos y un kit básico de supervivencia compuesto por esterilla, saco de dormir, una cacerola, un cuchillo grande, una sartén, cepillo de dientes, jabón, una cuerda para pescar, unas gafas de bucear, un chisquero para hacer fuego, protector solar y repelente de mosquitos, a los que percibimos nada más pisar la isla. 

Tras despedirnos de la organización, comienza la aventura. Estamos solos y, tras recorrer nuestra isla, nos ponemos manos a la obra para las dos tareas básicas de la experiencia: pescar y hacer fuego. Nos repartimos en dos grupos para desempeñar ambas tareas. Nos toca ir a las rocas a buscar carnada (moluscos) para poder pescar. El tiempo apremia porque con la caída del sol, la tarea se hará más difícil y peligrosa por la falta de visibilidad. Con el material recogido, nos turnamos con las únicas ganas de buceo que os dejan para intentar pescar. La visión marina es espectacular, con peces de todos los tamaños y colores, enormes estrellas de mar y hasta rayas marinas. También aparece la tenida barracuda, inofensiva pero fea como ella sola. Sin embargo, los habitantes del océano nos hacen el vacío. Se acercan a nuestro cebo pero juegan con él y no pican. Como nuestra estrategia no funciona decidimos cambiar de lugar y nos desplazamos hasta la zona rocosa de la otra punta de la isla. Mientras nos desplazamos en el agua, un grito de nuestros compañeros en la arena: “¡Hemos hecho fuego!”. 

La alegría nos invade y nos motiva más para intentar lograr nuestro segundo objetivo. Tras llegar al lugar elegido y echarle bastante paciencia, llega nuestra recompensa en forma de pez. Un precioso ejemplar de tamaño mediano de color amarillo y azul. Mientras nuestro compañero se acerca a guardarlo, nos quedamos con el kit de pesca para seguir intentándolo. Y a punto de abandonar por aburrimiento, se hizo el milagro: ¡Segundo pez! Este un poco más pequeño que el primero. 

Con la alegría de haber conseguido algo de cena de la propia naturaleza, nos reencontramos con todo el grupo, que ya han organizado el campamento. Descubrimos que en nuestro kit de supervivencia también tevemos una lata de jamón y una bolsa de lentejas y otra de arroz. Otro compañero ha encontrado un coco y se dispone a cortarlo con el cuchillo que nos han proporcionado. Mientras nuestra cena se va cocinando, nos damos un baño relajante a la orilla del mar y comentamos lo vivido hasta el momento. 

A lo lejos aparece una barca que se dirige a nuestra isla. Algunos nos asustamos, pensamos que algo ha pasado o incluso que vienen a regañarnos por algo que hayamos podido hacer. Pero no. “Buenas noches, soy vuestro inspector de guardia. ¿Todo bien?”. Respondemos de manera afirmativa. “Para cualquier emergencia, tenéis este walkie para contactar con nosotros”. Tras nuestro agradecimiento, el integrante de la organización se fue por donde ha venido. 

Cabe destacar que los miembros del equipo, como cámaras y redactores que acompañan a los concursantes para obtener en material que vemos en el programa, en ningún momento se dirigen a ellos. Solo el director del programa, Ángel Ludeña, que les hace una visita a la semana. Y también el médico del programa, que les pesa y les hace un seguimiento para controlar que su salud es óptima en todo momento. 

Y casi sin darnos cuenta, cae la noche. Bajo un espectacular cielo estrellado y un intenso calor, nuestra comida se hace a fuego lento mientras nos organizamos para dormir. Comenzamos a recibir los “primeros visitantes”. Cabgrejos que viven bajo la arena que son pudor alguno se acercan a nosotros. Comenzamos a tener que mientras dormimos podrían pasarnos por encima si fuera necesario. También cucarachas que marrones del tamaño de una galleta y las clásicas negras brillantes. Y los mosquitos, claro, que sobre todo los sufre nuestro compañero Isra Álvarez, de 20 minutos. 

Tras bastante tiempo de cocción, nuestro “guiso” de arroz con lentejas parece que está en su punto. También nuestros pescados, que lucen tostados. Nos ponemos a comer y nos damos cuenta de que hemos cometido un error importante. Nos hemos olvidado del mar, el mayor elemento que tenemos a nuestra disposición, y no le hemos echado agua marina a nuestras lentejas con arroz, por lo que nos quedan sisas. Aún así, las comentos. Los peces están en su punto. También nos llevamos por delante el jamón en lata. 

No son ni las 20:00 horas y ya lo hemos hecho todo. Descubrimos otro de los grandes retos de los concursantes. Controlar su mente, rellenar el tiempo, convivir con los compañeros. Por falta de tiempo, en nuestro caso no llegan las discusiones, inevitables a corto plazo. Tras conversar y bromear entre nosotros, nos tumbamos en la esterilla grande que nos han proporcionado a todos para poner nuestros pequeña esterilla y nuestros sacos. La comodidad brilla por su ausencia, el nuestras espaldas notan el duro suelo desde que nos tumbamos. No va a ser fácil dormir en esas condiciones…

Y entre ruidos desconocidos provocados por la naturaleza que se van notando más con el silencio, poco a poco vamos cayendo dormidos. Algunos, sorprendentemente, llegamos casi del tirón hasta las 5 de la mañana, cuando comienza a salir el sol y nos despertamos.

El fuego permanece encendido y casi todos están ya en el agua comentando cómo han pasado la noche. Ya absolutamente integrados por el entorno, nos disponemos a hacer un nuevo recorrido por nuestra isla. El calos aumenta según avanza la mañana y, aunque sabemos que nuestra aventura pronto llegará a su fin, seguimos comportándonos como auténticos supervivientes. Acudimos a buscar leña para mantener vivo el fuego y nos disponemos a salir de nuevo a pescar. Sin embargo, a lo lejos aparece una barca que se acerca hasta nuestra isla… para tristemente rescatarnos cuando ya estábamos plenamente integrados y mentalizados. La llegada nos causa cierta sorpresa, pese a que sabíamos que se iba a producir. 

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“¿Qué tal, chicos?”, nos preguntan. ¡Muy bien!, gritamos al unísono. Algunos nos quedaríamos un par de días más, pero llega el momento de volver a la civilización. Recogemos nuestros enseres, apagamos el fuego completamente y recogemos nuestros sacos. La organización comprueba que hemos cumplido todas las normas y, sobre todo, hemos respetado el entorno natural que literalmente hemos invadido. Nos montamos en la barca y ya en movimiento, todos miramos atrás con cierta nostalgia, como si las horas que hemos pasado allí hubieran sido días. Todos coincidimos en que ha sido una experiencia muy enriquecedora pero también bastante dura. A partir de ahora, veremos el reality de otra manera y empatizaremos mucho más con los concursantes. Había que vivirlo para comprenderlo de verdad. 

 
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