El pasado mes de abril se produjo en la ciudad de Castelló uno de los incendios más aparatosos que se recuerdan. El fuego, que comenzó en el patio interior de un primer piso del edificio Luropa, se extendió por la fachada del bloque anexo y corrió hasta la azotea con fuerza, avivado por el material de poliuretano del revestimiento. Veinte personas fueron realojadas en casas de familiares u hoteles y, milagrosamente, solo hubo heridos leves. Esa investigación todavía está en curso, si bien el inicio de las llamas parece estar en unos colchones que había en el patio de un primer piso, como informó este diario en su momento.
Una condena reciente
En paralelo y mientras ese caso se encuentra en fase de investigación, un vecino de Castelló, de 58 años, ha sido sentenciado a dos de prisión por un delito de incendio en otra finca de la ciudad. El suceso en cuestión se produjo en enero del 2023 y el origen también estuvo en un patio de luces.
Teniendo acceso desde su vivienda al patio comunitario, prendió una fogata, que alimentó con diferentes enseres propios de madera y plástico, provocando que el fuego cogiera fuerza y se propagara, afectando a la totalidad del patio interior, incluidas las ventanas de los bajos con salida al patio.
El procesado causó desperfectos en una tubería del edificio (por los que el presidente de la comunidad no reclama), quedando afectado el edificio por la gran cantidad de humo generada y que provocó un grave peligro de propagación por humo y gases, así como horizontal al resto del piso afectado y zonas comunes colindantes.
También se vieron en riesgo los pisos superiores, aunque finalmente pudo evitarse una mayor propagación por la intervención de los vecinos, agentes de la Policía Local de Castelló y finalmente, de los Bomberos del Ayuntamiento.
Los bomberos municipales lograron la sofocación de las llamas utilizando dos vehículos, así como medios personales, generando un gasto de unos 500 euros al Ayuntamiento de Castelló, aunque pudo haber sido mucho peor, tanto en lo referente a daños materiales, como a los personales.
Pese al humo generado, el edificio no tuvo que ser desalojado, dada la escasa entidad del incendio, a diferencia de lo que ocurrió el pasado mes de abril, cuando no solo el barrio de Grapa, sino toda la ciudad estuvo en alerta por el aparatoso fuego que arrasó la finca de la calle Fernando el Católico. Dos bomberos y varios vecinos fueron atendidos por inhalación de humo y por quemaduras leves.
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